1. Adverbio relativo de lugar que expresa la dirección de un movimiento. Es palabra átona y por ello se escribe sin tilde, a diferencia del adverbio interrogativo o exclamativo adónde (→ adónde). Funciona, a modo de conjunción, introduciendo oraciones de relativo con antecedente o sin él: «Desciende a los infiernos, adonde va a buscarlo la Diosa Madre» (Cousté Biografía [Arg. 1978]). / Fuente: Diccionario panhispánico de dudas RAE

Juan Sánchez: una poética de la eventualidad

Miguel Á. Hernández-Navarro

La obra de Juan Sánchez se caracteriza por presentar una mirada a lo inesperado, lo incongruente y lo aparentemente sin relación, mostrando modalidades de espacialidad que están a medio camino entre la intimidad y lo público. Aunque su práctica abarca la pintura y la instalación, las obras que se presentan al salón se encuadran en el ámbito de la fotografía. Fotografía expandida, podríamos decir, ya que las imágenes tienen un fuerte sentido objetual que siempre las mantiene en el ámbito de lo espacial.

A través de la introducción pequeños objetos y formas abstractas presenta modificaciones del espacio circundante, creando nuevas relaciones entre el espacio previo, mostrando cómo la incursión de una pequeña modificación transforma por completo la experiencia espacial. Se trata de proyecciones que casi se materializan. Objetos y formas que ocupan una posición en el discurso del artista y se presentan como imágenes recurrentes que vuelven una y otra vez a la composición. Esas imágenes son denominadas por el artista “formas autónomas”. Formas que trascienden el espacio que ocupan y que se proyectan más allá de lo específico. Yo las entiendo casi como “postimágenes”, como esa imagen que se queda en la retina después de mirar una luz intensa y que luego permea la siguiente imagen que vemos.

En las fotografías que ahora se presentan, esa forma autónoma es un pequeño cilindro, un insignificante objeto simbólico que produce una transformación leve e imperceptible que, sin embargo, modifica lo visible. El cilindro, su espacialidad interior, aparece como esa imagen flotante pasando de una a otra escena. Y lo mismo sucede en otras obras posteriores con puntos de color, líneas… Imágenes y formas que se resisten a salir y que resisten “manchando” los espacios. Manchándolos en el sentido que Jacques Lacan otorgó a la percepción: con la huella de la subjetividad. Porque esos objetos, que levemente modifican el espacio, tienen una historia y una trayectoria donde se condensa la experiencia subjetiva.

En cualquier caso, nos enfrentamos ante un arte de mínimos movimientos, caracterizado por la levedad y la precariedad. Un arte que recuerda a esas percepciones a medio camino entre lo incongruente y lo eventual de la obra de Gabriel Orozco. Un arte que presenta pequeñas resistencias ante otras formas de imposición de la imagen. Frente a las imágenes que imponen su presencia y de modo retórico intimidan al espectador, las imágenes de Juan Sánchez, presentan una especie de “contramonumentalidad”. Pequeños monolitos que, sin embargo, condensan significados complejos.

Se trata, al final, de una poética de la incertidumbre, la exploración de la posibilidad de que todo se transforme por completo en cualquier instante. Frente al estatismo y la inmovilidad, estas obras muestran una toma de conciencia de un sujeto precario y una existencia en constante mutación, no fijada de una vez y para siempre a través de lo monumental, sino expuesta a la posibilidad casi amenazante de la destrucción. En este sentido, las imágenes y los pequeños objetos que presenta Juan Sánchez apuestan por la necesidad de modos de habitar el mundo leves, silenciosos, porosos, no autoritarios ni excesivamente afirmativos. Estar ahí, por un momento, un instante. Y poco más. Exponerse a la descomposición, a la desaparición. Y permanecer acaso como una huella leve que se acaba borrando. Si aspirásemos a habitar el mundo de esa manera fluyente, probablemente las cosas nos irían mucho mejor.

MIGUEL Á. HERNÁNDEZ-NAVARRO, Catálogo. IX Salón de la Crítica. AMUCA, Murcia, 2012.