1. Adverbio relativo de lugar que expresa la dirección de un movimiento. Es palabra átona y por ello se escribe sin tilde, a diferencia del adverbio interrogativo o exclamativo adónde (→ adónde). Funciona, a modo de conjunción, introduciendo oraciones de relativo con antecedente o sin él: «Desciende a los infiernos, adonde va a buscarlo la Diosa Madre» (Cousté Biografía [Arg. 1978]). / Fuente: Diccionario panhispánico de dudas RAE

A veces confundir la Historia ayuda

Fecha: 2013

Materiales: Pintura acrílica sobre lienzo, iluminación eléctrica y objetos encontrados

Lugar: Galería T20, Murcia

Dos confusiones dan lugar a este trabajo. Primero, Kandinsky no logra entender que lo que Monet había representado en su cuadro que fue mostrado en la exposición de los pintores franceses impresionistas en Moscú en 1895, es una parva de heno. Quedó impresionado por la forma, pero dada la poca definición del objeto no lo comprendió hasta que le dijeron el título del cuadro. Segundo, yo creía que Kandinsky se había dado cuenta de la potencia expresiva de una forma básica al ver un cuadro suyo desde atrás e iluminado por la luz del sol a contraluz. 

El objetivo principal del trabajo es el de proponer una manera de evitar la frontalidad tradicional del cuadro, colocándolo en diagonal al plano de pared donde será expuesto y disponiendo la pintura en la trasera del lienzo para reservar con la misma unas formas básicas que se hacen visibles en la delantera del cuadro mediante un foco a contraluz.











A veces confundir la Historia ayuda nº 7, Pintura acrílica, Látex, Loneta, Bastidor de madera, 42 x 42 cm, Tablas de madera, 30 x 8 x 1 cm. Luz eléctrica. Colección privada.
















A veces confundir la Historia ayuda nº 8, Pintura acrílica, Látex, Loneta, Bastidor de madera, 27 x 22 cm. Objeto encontrado, 21 x 6 x 4 cm. Colección privada.















A veces confundir la Historia ayuda nº 3, Pintura acrílica, Látex, Loneta, Bastidor de madera (x2), 30 x 20 cm. c. u. Luz eléctrica. Colección privada.










A veces confundir la Historia ayuda nº 4, Pintura acrílica, Látex, Loneta, Bastidor de madera, 40 x 60 cm (x2). Luz eléctrica.
















A veces confundir la Historia ayuda nº 11, Pintura acrílica, Látex, Loneta, Bastidor de madera, 195 x 130 cm. Luz eléctrica. Colección privada.

















A veces confundir la Historia ayuda nº 12, Pintura acrílica, Látex, Loneta, Bastidor de madera, 200 x 200 cm. - 200 x 150 cm. Luz eléctrica.






Juan Sánchez, como todo el mundo
Ricardo Forriols

Me llamo Erik Satie, como todo el mundo.
Erik Satie


Se llama Juan Sánchez, como todo el mundo, y esta es su primera exposición individual en una galería, una exposición que con su flamante título: A veces confundir la Historia ayuda, parte de una curiosa tesis: ser despistado ayuda y puede ser cojonudo; una tesis que —según explica— se articula desde dos confusiones, a saber:

Confusión 1. Cuando el joven Kandinsky visitó la exposición de los impresionistas en Moscú en 1895 y quedó fascinado delante de uno de los almiares pintados por Monet. No entendió eso que veía, por raro, no veía lo que había pintado en la tela pero los contrastes de color y aquellas pinceladas le sorprendieron tanto que confundió la forma sin alcanzar a averiguar la imagen hasta que buscó el título de aquel pequeño lienzo entre la nómina de cuadros expuestos. Bueno, como decían los papeles era sólo un montón de heno pero resultaba muy hermoso.

Confusión 2. Cuando en 1908, Kandinsky regresó al estudio de uno de sus paseos vespertinos por Murnau y contempló sorprendido, quizás alarmado, la belleza y la potencia de un cuadro sobre el caballete en el que veía sólo una superficie coloreada sin ningún rastro de representación. Al acercarse para cogerlo entre las manos, descubrió confuso que se trataba de uno de los paisajes en los que estaba trabajando que había quedado invertido y que, al verlo así boca abajo, había perdido todo anclaje a la realidad y al suelo.

El recuerdo de estos dos momentos epifánicos en la trayectoria de Kandinsky —que los relata en su biografía Mirada retrospectiva— sirven pues para entender mejor la propuesta de Juan Sánchez si pensamos que 1) Kandinsky no vio de primeras lo que había pintado realmente Monet en su cuadro porque estaba más pendiente del trabajo de pintura que de la imagen pintada, necesitando de las palabras de un título para contrastar aquello que veía; y 2) Kandinsky se acercó a las bases de la abstracción leyendo a Worringer, escuchando a Schönberg y dándole la vuelta a sus cuadros, lo que los hacía diferentes, extraños, nuevos. ¿Viéndolos del revés? ¿Quizás a contraluz? Esto resultará fundamental puesto que la confusión primera de Juan Sánchez fue pensar que Kandinsky descubrió esa cosa rara en su paisaje —como el almiar de Monet— no por estar volteado sino del revés, visto por detrás y a contraluz, confundiendo la historia.

El desenfado, la ironía y la necesaria libertad de interpretación de la historia de la pintura y su tradición reciente no están para nada reñidos con esta serie de cuadros en los que con una factura impecable, por pulcra, aún la poca pintura y la extrema sencillez primera, revela obras muy concretas, compactas y efectivas que hacen del cuadro un índice —siguiendo a Benjamin H. D. Buchloh— que se juega la vida consigo mismo sólo con sus valores, un todo, con sus claves, las que les ha ido dando la historia.

Una de ellas es la forma, que será autónoma o no será. Pero esto que se lo explique él si fuera necesario.

Otra, la importancia dada a la objetualidad del cuadro como soporte de la pintura. Una importancia que radica en denunciar su presencia, la que da forma y superficie al lienzo pero dándole la vuelta a su frontalidad; en subrayar su estar, dejando que el bastidor se vea y participe activamente en la composición, por trasparencia, decidiéndola incluso; en darle buena parte del protagonismo al separar espacios y articular su instalación diferenciada en la pared o sobre el suelo o en rincones o combinado con objetos encontrados.

Una tercera: la incorporación de la luz como fenómeno, a modo de leve veladura desde atrás, esa luz eléctrica —a veces un simple reflejo— que a su manera desnuda todo el cuadro como dispositivo y hace saltar por los aires la caja de su teatro —como si viéramos al trasluz, confusos con Kandinsky, aquel paisaje de Murnau una tarde cualquiera de 1908.


Escribo esto mientras amanece en las playas del Mediterráneo, lo que daría lo mismo si no fuera tan tarde ahora tan pronto y si no me sintiera como Ortega escribiendo cerca de Lisboa sobre Velázquez, sin sus libros ni sus notas, de memoria. Escribo sin mis libros ni mis notas ni conexión a Internet, incapaz de visitar por la ventanita del ordenador el estudio de Juan Sánchez que es su blog (www.adondelohago.blogspot.com.es), donde se pueden encontrar las bases de su trabajo, su abecedario plástico hecho paso a paso, la definición de la forma autónoma y casi todas las pruebas o posibilidades para seguir pintando confundiendo la Historia, como todo el mundo, aunque sea casi sin pintura.


RICARDO FORRIOLS, Texto de sala, Exposición individual A veces confundir la Historia ayuda, Galería T20, Murcia, 2014.